Me desperté a la mañana siguiente, cuando el sol me cegó intente incorporarme para correr la cortina que se situaba en la esquina derecha de la habitación pero las piernas me pesaban demasiado. Poco a poco fui notando como la ansiedad se iba apoderando de mí a más no poder. Necesitaba una dosis de droga. Mi vida anterior había sido solo eso, alcohol, hachís, cocaína e incluso de vez en cuando una pastilla de éxtasis para olvidarme del mundo. Con mucho esfuerzo me puse a recordar aquel día, aquel miserable día que había decidido probar la droga, me acordaba de que llovía, y que al salir me tropecé con…
En ese momento entro Marta, hoy iba más guapa, pensé para mí. Ella se acercó cuidadosamente hacia mí y me preguntó
-¿Has sentido la ansiedad?
-Sí, respondí con voz contundente
-Está bien, vístete con una de las camisas y pantalones que te hemos dejado en el armario bien ordenadas y baja al salón, allí te esperará Ángela, ella te explicara el funcionamiento, las normas y todo lo que quieras saber. Y se marchó.
Yo me dirigí al armario cogí la camiseta y el pantalón, me los puse dificultosamente y salí de aquella habitación. En el pasillo se encontraba mucha gente, unos tenían el cuerpo demasiado delgado, otros solo la cara, pero solo uno de ellos me llamo la atención realmente. Era un hombre muy bajito, tendría sobre unos 30 años, sus brazos se encontraban llenos de señales de Aguja, e incluso tenía cortes como si se hubiese intentado quitar la vida. Cuando más ensimismado me encontraba alguien me toco por detrás.
-¿Cuándo pensabas dirigirte al salón?- Era Ángela la enfermera que me había dicho Marta.
-Me he entretenido por el camino.-Dije rápidamente para excusarme.
-Sabes que ya han pasado las primeras 48 horas de aislamiento familiar, por lo tanto ya puedes recibir llamadas.
- ¿Me han llamado?-Dije rápidamente.
-Eso parece. Asique acompáñeme por favor.
Fui hacia la recepción allí estaba la recepcionista que me atendió la primera vez y hablando con ella Azahara. Me puse muy nervioso a lo que se unió mi ansiedad, pero cuando Angela pronuncio mi nombre y me dijo que podía hablar ya con mi familia me sentí aliviado.
-Hola cariño ¿Cómo estás?- Escuche la voz alegre de mi madre por el otro lado del teléfono.
- Hoy estoy un poco chungo la verdad.
-¿Y eso?- La voz de mi madre cambio por completo, ahora parecía más preocupada. Quizás tenía que haberme ahorrado como me sentía pero no sabía que se iba a preocupar tanto.
-Nada grave mamá, es solo una de las fases de esta desintoxicación
-Menos mal cariño, pero sabes que es por tu bien y que el que algo quiere algo le cuesta. – Palabras sabias las de mi madre, pensé.
En esto que Ángela me corto la conversación.
-Rubén tienes que cortar el teléfono ya que tu hora ha acabado ya.
-Bueno mamá- Dije.-Es hora de que cuelgue. Espero tu llamada.
-De acuerdo hijo y ya sabes, te queremos.
Me despedí de mi madre con tristeza, ya que necesitaba su apoyo más que nunca y me dirigí hacia el comedor a tomar mi desayuno cuando alguien me llamo.
Continuará...
Nazaret Almansa López
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